Hoy hace calor, tengo la ventana abierta y estoy escuchando las notas desafinadas de una flauta. Esos sonidos me han hecho volver a la infancia, cual magdalena de Proust. Y me estoy acordando de cuando en el colegio teníamos que aprender a tocar la flauta. Eran aquellas flautas amarillas de plástico que iban dentro de una funda naranja, ¿seguirán siendo así?
A mi se me daba fatal eso de la flauta, igual que a mi vecino, por lo que estoy escuchando. Recuerdo que cuando había que tocar una canción en grupo, a mi y a otra compañera, nos solían dejar la segunda voz, que normalmente era el acompañamiento de la canción, algo así como: “la, la, la, la, mi, sol, la, la, la…” y esas cosas poco complicadas. Aún así, siempre nos daba la risa en mitad del examen y emitíamos una serie de sonidos poco ortodoxos tipo: “lauufffptst”. Menos mal que las que hacían la primera voz nos salvaban del suspenso, eso si, luego pillaban un cabreo…
Cuando yo estudiaba, allá por el siglo pasado, los profesores de música no eran de música, sino de cualquier otra cosa. En los primeros años de escuela tuvimos a Doña Isabel, la profesora de gimnasia, que tampoco era de gimnasia, o al menos no lo parecía. Doña Isabel nos enseñó un código curioso para acordarnos de las notas: las corcheas se llamaban “mar-ga-ri-ta”, las blancas “pe-dro” y las negras: “juan”. Nos pasábamos la clase leyendo las partituras a ritmo de: “mar-ga-ri-ta, pe-dro, juan, juan, mar-ga-ri-ta, pe-dro….” Todo eso me parecía ridículo entonces, me lo sigue pareciendo ahora, aunque curiosamente es de lo único que me acuerdo de la clase de música. Bueno de eso y de la partitura de Noche de paz, que fue la única canción que me aprendí: “sol, la, sol, mi, sol, la, sol, mi, re, re, si, la, la, sol…” (¡Madre mía, que de spam tengo el disco duro del cerebro!, por eso no acabo la puta tesis). Luego mis padres, todo orgullosos los pobres, me hacían tocar la cancioncilla, con mi flauta de plástico, en la cena de Navidad delante de toda la familia. Apuesto a que a ninguno de ellos le extraña que yo ahora no me dedique a la música…
Pero Doña Isabel no fue la única profesora de música que tuvimos, luego vino Don Ramón, más conocido por el pitufo o el rata, variaba según la manía que le tuvieras. Éste sí tenía idea de música, estaba en el coro del conservatorio, y todos los años por Semana Santa cantaban El Miserere en las procesiones. Por supuesto, íbamos a verlo para reírnos: “Mira el rata, míralo cómo vocaliza”. Porque era muy pesado con eso de vocalizar. En clase teníamos que hablar vo-ca-li-zan-do, parecíamos tontos. Luego nos hacía hacer coros, los sonidos que salían de allí eran indescriptibles. Además era la época en que a los chicos les empezaba a cambiar la voz y de vez en cuando se escuchaba una voz cavernícola, como él decía. Recuerdo un día que para hacerse el enrollado dijo: “Hoy os voy a poner algo moderno”. Y nos puso un disco de Paco de Lucía. No hace falta decir que para unos chavales de 13 años Paco de Lucía era de todo, menos moderno, así que aquello no mejoró su imágen.
Bueno, pues hasta aquí llega mi trayectória musical. Si alguien se atreve a quitarle a mi vecino la flauta, os puedo tocar una versión experimental de Noche de paz.
A mi se me daba fatal eso de la flauta, igual que a mi vecino, por lo que estoy escuchando. Recuerdo que cuando había que tocar una canción en grupo, a mi y a otra compañera, nos solían dejar la segunda voz, que normalmente era el acompañamiento de la canción, algo así como: “la, la, la, la, mi, sol, la, la, la…” y esas cosas poco complicadas. Aún así, siempre nos daba la risa en mitad del examen y emitíamos una serie de sonidos poco ortodoxos tipo: “lauufffptst”. Menos mal que las que hacían la primera voz nos salvaban del suspenso, eso si, luego pillaban un cabreo…
Cuando yo estudiaba, allá por el siglo pasado, los profesores de música no eran de música, sino de cualquier otra cosa. En los primeros años de escuela tuvimos a Doña Isabel, la profesora de gimnasia, que tampoco era de gimnasia, o al menos no lo parecía. Doña Isabel nos enseñó un código curioso para acordarnos de las notas: las corcheas se llamaban “mar-ga-ri-ta”, las blancas “pe-dro” y las negras: “juan”. Nos pasábamos la clase leyendo las partituras a ritmo de: “mar-ga-ri-ta, pe-dro, juan, juan, mar-ga-ri-ta, pe-dro….” Todo eso me parecía ridículo entonces, me lo sigue pareciendo ahora, aunque curiosamente es de lo único que me acuerdo de la clase de música. Bueno de eso y de la partitura de Noche de paz, que fue la única canción que me aprendí: “sol, la, sol, mi, sol, la, sol, mi, re, re, si, la, la, sol…” (¡Madre mía, que de spam tengo el disco duro del cerebro!, por eso no acabo la puta tesis). Luego mis padres, todo orgullosos los pobres, me hacían tocar la cancioncilla, con mi flauta de plástico, en la cena de Navidad delante de toda la familia. Apuesto a que a ninguno de ellos le extraña que yo ahora no me dedique a la música…
Pero Doña Isabel no fue la única profesora de música que tuvimos, luego vino Don Ramón, más conocido por el pitufo o el rata, variaba según la manía que le tuvieras. Éste sí tenía idea de música, estaba en el coro del conservatorio, y todos los años por Semana Santa cantaban El Miserere en las procesiones. Por supuesto, íbamos a verlo para reírnos: “Mira el rata, míralo cómo vocaliza”. Porque era muy pesado con eso de vocalizar. En clase teníamos que hablar vo-ca-li-zan-do, parecíamos tontos. Luego nos hacía hacer coros, los sonidos que salían de allí eran indescriptibles. Además era la época en que a los chicos les empezaba a cambiar la voz y de vez en cuando se escuchaba una voz cavernícola, como él decía. Recuerdo un día que para hacerse el enrollado dijo: “Hoy os voy a poner algo moderno”. Y nos puso un disco de Paco de Lucía. No hace falta decir que para unos chavales de 13 años Paco de Lucía era de todo, menos moderno, así que aquello no mejoró su imágen.
Bueno, pues hasta aquí llega mi trayectória musical. Si alguien se atreve a quitarle a mi vecino la flauta, os puedo tocar una versión experimental de Noche de paz.
4 comentarios:
Lo hago si llegamos a un acuerdo: yo le quito la flauta a tu vecino y tu le quitas...no sé...algo...al mío que siempre nos toca los bemoles...¿hay trato?.Sí, veo que estás un tanto melancólica...Un abrazo.
This old hammer kiiiiiiiilll John Henry (y ahora entraban los que hacían los tonos altos y los gallos y el pitorreo). Se me había olvidado.
Y doña Isabel dando clase de gimnasia con falda, medias y zapatillas y todos como idiotas dando zancadas por el gimnasio y marcando con palmadas Juan, Pe-dro,Mar-ga-ri-ta.
Es verdad, no me acordaba de la canción del old hammer...
Qué tiempos, Helen!
(Joder, parecemos viejas, eh?)
Me he levantado esta mañana con la cancioncilla en la cabeza:
"This old hammer kiiiill John Henry" (voces altas)
"But it won't kill meeee"
(voces bajas)
Entonces se acaba la canción porque el rata decía aquello de: "Ahhh! esas voces cavernicolas!"
Y ahora no me puedo sacar la canción de la cabeza.
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