No se quien decidió poner el mes de agosto en los calendarios, pero desde luego, perdió el tiempo. Agosto es el mes más tonto del año, tan tonto que, para muchos, ni siquiera existe, al menos en este país tan absurdo que tenemos. Porque ¿qué hace la gente en agosto? La mayoría salen de vacaciones a alguna playa horrible de Levante, y los que no salen, se quedan en ciudades vacías donde todo está cerrado, porque es agosto! En mi barrio está cerrada hasta la panadería del Kevin, ¿es que nadie come pan en agosto? Y las tiendas que no cierran están bajo mínimos, como si fuese la guerra. Hay otras que están bajo mínimos de personal, como el Schlecker, donde sólo hay una persona y nunca está en la caja. Entonces, después de esperar media hora a que te cobren, decides irte. Antes te planteas hacer un “simpa”, pero luego piensas que irte sin pagar cuatro rollos de papel higiénico y un Mimosín, es demasiado penoso, incluso para planteárselo.
Sí, la gente trabaja relajada en agosto. Recuerdo cuando trabajaba, hace unos años, en Cibernos, (juro que se llama así), una empresa “chapada a la antigua” de Madrid, donde los ejecutivos vestían siempre traje y corbata. Siempre, menos en agosto, que venían a trabajar con un polo rosa y unos pantalones de “sport”, (concepto que no acabo de entender). ¿Por qué? El trabajo era el mismo, recibían a los mismos clientes y el aire acondicionado estaba a tope. La única explicación es que agosto no existe para ellos, porque cuando llegaba el 1 de septiembre volvían a su traje.
Y qué decir de la "oferta cultural" de las ciudades, en el cine sólo hay películas para niños y gilipolleces de adolescentes (y no adolescentes) americanos. El resto de las actividades “culturales” están dirigidas a esos guiris que piensan que toda España es “lolailo”. También, en Agosto es cuando se concentra el mayor número fiestas cutres de barrios y pueblos de todo el año, con sus típicas orquestas pachangueras, etc, etc… (uff!) En fín, eso es agosto, todo un cúmulo de cosas absurdas que suceden en ciudades fantasmales, a 40 grados a la sombra.
Pero el agosto de la ciudad es muy distinto al de la playa, pues allí es donde se concentra casi toda la población. El mismo día 1 la gente se lanza a la carretera como loca, enfrentándose a horas de retenciones kilométricas, para llegar los primeros a una playa apestada de gente y encontrar un lugar en primera línea para clavar su bonita sombrilla de flores. Allí se someterán, día tras día, a unos largos baños de sol, arena y sal. Disfrutarán, día tras día, de una relajante comida en un chiringuito, rodeados de madrileños pesados, niños gritones y guiris chamuscaos; donde saborearán unos fantásticos pescaitos fritos con demasiado aceite y unas cuantas paellas requemadas. (Las vacaciones ideales, vamos).
Otra cosa muy curiosa es la “actitud playera” de esta gente, que consiste, básicamente, en pasar de todo y repetir la frase: “¡Qué mas da, si aquí no nos conoce nadie!” Así, por un lado tenemos a las típicas marujonas, a las que llamaremos para abreviar Puris, que son aquellas que en sus ciudades de origen nunca saldrían a la calle sin cuatro capas de maquillaje, que van cada semana a cardarse el pelo a la peluquería y que jamás llevarían un bolso que no combine con los zapatos. Bien, pues en la playa, van de cualquier manera, con unas batas de estampados horrorosos, unas chancletas chillonas, un pelo tieso cimentado con una mezcla de sal, arena y algas; y lo peor de todo, sin una gota de maquillaje, Ahhh, Horror! Claro, luego se encuentran con otras Puris de su ciudad, y ni se conocen. Y qué decir de sus maridos, los manolos, (es un genérico, no me refiero al grupo lolailo, ese tan bueno). Los manolos disfrutan como niños en las playas, o mejor dicho en los chiringuitos de las playas, donde beben y comen como si todo el año hubiesen estado a dieta esperando ese momento. Los manolos se caracterizan por exhibir unas redondas panzas embutidas en unas ropas estrechas, que tenían olvidadas al fondo del armario, como el chándal del instituto, (que ya les quedaba mal en el instituto), unas bermudas de colores imposibles o esas camisetas de propaganda de la carnicería de su barrio, talla M. Esos, son los mismos tipos, que cuando vuelven a sus ciudades se transforman en los ejecutivos trajeaos de Cibernos, o empresas similares, que van con su maletín y su móvil último modelo, (con el politono de moda), a comer un BigMac al MacDonald que está al lado del curro.
Pero las Puris y los Manolos no van solos a las playas, sino que se llevan puestos a los hijos, que a veces tiene nombres ridículos, los pobres. Es habitual escuchar a una Puri gritarle al niño: “¡Kevin Costner de Jesús, no te metas al agua que se te corta la digestión del bocata de mortadela!” Y entonces el niño se pone a jugar con la arena y a dar el coñazo a todos los que estén a su alededor; especialmente a los guiris, que como se están haciendo a la plancha, vuelta y vuelta, ya ni sienten, ni padecen. Mención aparte merecen los adolescentes, que se dedican a ponerse morenos sin protección, salir de noche a bailar la canción del verano y, si es posible, tirarse a la primera persona que establezca contacto visual, también sin protección. (Bueno, aunque estos son así todo el año). Y ¿Por qué alguien, aparentemente normal (?), podría querer pasar sus vacaciones rodeado de Puris, Manolos, Kevin Costners de Jesús, guiris chamuscaos, adolescentes salidos, medusas y olor a fritanga? La razón es muy sencilla, porque piensan que nadie les conoce, que la brisa del mar borrará los recuerdos de los posibles testigos y que, en definitiva, agosto no existe.
Los que hemos tenido la mala suerte de nacer en agosto, sabemos que es no es así, entre otras cosas porque si no, nosotros tampoco existiríamos. Agosto es un mal mes para nacer. No me gusta agosto!, hace calor y la gente se comporta de forma absurda, pero estoy segura de que existe más allá de los calendarios. Así que cuidadín con lo que hacemos Puris, Manolos y programadores culturales! Porque… ¡AGOSTO TAMBIÉN EXISTE!, (coño!)
Sí, la gente trabaja relajada en agosto. Recuerdo cuando trabajaba, hace unos años, en Cibernos, (juro que se llama así), una empresa “chapada a la antigua” de Madrid, donde los ejecutivos vestían siempre traje y corbata. Siempre, menos en agosto, que venían a trabajar con un polo rosa y unos pantalones de “sport”, (concepto que no acabo de entender). ¿Por qué? El trabajo era el mismo, recibían a los mismos clientes y el aire acondicionado estaba a tope. La única explicación es que agosto no existe para ellos, porque cuando llegaba el 1 de septiembre volvían a su traje.
Y qué decir de la "oferta cultural" de las ciudades, en el cine sólo hay películas para niños y gilipolleces de adolescentes (y no adolescentes) americanos. El resto de las actividades “culturales” están dirigidas a esos guiris que piensan que toda España es “lolailo”. También, en Agosto es cuando se concentra el mayor número fiestas cutres de barrios y pueblos de todo el año, con sus típicas orquestas pachangueras, etc, etc… (uff!) En fín, eso es agosto, todo un cúmulo de cosas absurdas que suceden en ciudades fantasmales, a 40 grados a la sombra.
Pero el agosto de la ciudad es muy distinto al de la playa, pues allí es donde se concentra casi toda la población. El mismo día 1 la gente se lanza a la carretera como loca, enfrentándose a horas de retenciones kilométricas, para llegar los primeros a una playa apestada de gente y encontrar un lugar en primera línea para clavar su bonita sombrilla de flores. Allí se someterán, día tras día, a unos largos baños de sol, arena y sal. Disfrutarán, día tras día, de una relajante comida en un chiringuito, rodeados de madrileños pesados, niños gritones y guiris chamuscaos; donde saborearán unos fantásticos pescaitos fritos con demasiado aceite y unas cuantas paellas requemadas. (Las vacaciones ideales, vamos).
Otra cosa muy curiosa es la “actitud playera” de esta gente, que consiste, básicamente, en pasar de todo y repetir la frase: “¡Qué mas da, si aquí no nos conoce nadie!” Así, por un lado tenemos a las típicas marujonas, a las que llamaremos para abreviar Puris, que son aquellas que en sus ciudades de origen nunca saldrían a la calle sin cuatro capas de maquillaje, que van cada semana a cardarse el pelo a la peluquería y que jamás llevarían un bolso que no combine con los zapatos. Bien, pues en la playa, van de cualquier manera, con unas batas de estampados horrorosos, unas chancletas chillonas, un pelo tieso cimentado con una mezcla de sal, arena y algas; y lo peor de todo, sin una gota de maquillaje, Ahhh, Horror! Claro, luego se encuentran con otras Puris de su ciudad, y ni se conocen. Y qué decir de sus maridos, los manolos, (es un genérico, no me refiero al grupo lolailo, ese tan bueno). Los manolos disfrutan como niños en las playas, o mejor dicho en los chiringuitos de las playas, donde beben y comen como si todo el año hubiesen estado a dieta esperando ese momento. Los manolos se caracterizan por exhibir unas redondas panzas embutidas en unas ropas estrechas, que tenían olvidadas al fondo del armario, como el chándal del instituto, (que ya les quedaba mal en el instituto), unas bermudas de colores imposibles o esas camisetas de propaganda de la carnicería de su barrio, talla M. Esos, son los mismos tipos, que cuando vuelven a sus ciudades se transforman en los ejecutivos trajeaos de Cibernos, o empresas similares, que van con su maletín y su móvil último modelo, (con el politono de moda), a comer un BigMac al MacDonald que está al lado del curro.
Pero las Puris y los Manolos no van solos a las playas, sino que se llevan puestos a los hijos, que a veces tiene nombres ridículos, los pobres. Es habitual escuchar a una Puri gritarle al niño: “¡Kevin Costner de Jesús, no te metas al agua que se te corta la digestión del bocata de mortadela!” Y entonces el niño se pone a jugar con la arena y a dar el coñazo a todos los que estén a su alededor; especialmente a los guiris, que como se están haciendo a la plancha, vuelta y vuelta, ya ni sienten, ni padecen. Mención aparte merecen los adolescentes, que se dedican a ponerse morenos sin protección, salir de noche a bailar la canción del verano y, si es posible, tirarse a la primera persona que establezca contacto visual, también sin protección. (Bueno, aunque estos son así todo el año). Y ¿Por qué alguien, aparentemente normal (?), podría querer pasar sus vacaciones rodeado de Puris, Manolos, Kevin Costners de Jesús, guiris chamuscaos, adolescentes salidos, medusas y olor a fritanga? La razón es muy sencilla, porque piensan que nadie les conoce, que la brisa del mar borrará los recuerdos de los posibles testigos y que, en definitiva, agosto no existe.
Los que hemos tenido la mala suerte de nacer en agosto, sabemos que es no es así, entre otras cosas porque si no, nosotros tampoco existiríamos. Agosto es un mal mes para nacer. No me gusta agosto!, hace calor y la gente se comporta de forma absurda, pero estoy segura de que existe más allá de los calendarios. Así que cuidadín con lo que hacemos Puris, Manolos y programadores culturales! Porque… ¡AGOSTO TAMBIÉN EXISTE!, (coño!)
4 comentarios:
Y en agosto más que nunca.
¡QUE VIVA HERODES¡
Currar durante el mes de agosto en la cafetería de una librería, con un tercio de los clientes habituales, leyendo tranquilamente (ayer la novela gráfica "Persépolis", hoy a Carver)... ¡es un placer! ¡Agosto existe!
Anticolometa, me encanta tu humor, me he reído mucho! pero una cosa: no todo el mundo pasa las vacaciones en la playa, has provado ir a la montaña, sí! aquello que es una acumulación de piedras altas con vaquitas y tranquilidad?
besos
Tienes razón, Namaga. Hay otras vacaciones posibles, mucho menos penosas, (aunque tienen menos gracia). Pero, incomprensiblemente, esas son las vacaciones de una parte minoritaria de la población. La mayoría van a las playas, también incomprensiblemente. Yo, por desgracia, he conocido las playeras, en mi "juventud", y desde que soy una persona independiente he pasado el agosto currando en ciudades fantasmas. Siempre me han parecido curiosas estas dos opciones, por eso las explico. Y juro que todo es real, como la vida misma! Pero el año que viene iré a la montaña, con las vacas. (y luego lo contaré en el blog. Ahh, qué miedo!)
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