martes, 30 de septiembre de 2008

El flequillo de Bono y otros flequillos

Parece que el ilustre presidente del Congreso de los diputados se ha implantado un frondoso flequillo donde antes tenía cuatro pelos mal contaos. Esta es una noticia vieja, ya lo se, pero hoy he visto una foto suya donde posaba, tan feliz, con su nuevo look y con el lápiz óptico de los presupuestos generales del estado; y me ha recordado a tiempos pasados. (Igual que la magdalena de Proust).

¡Qué güeno ejtoy, la hojtia!
Sí, el nuevo flequillo de Bono me recuerda a un farmacéutico de Cuenca, al que llamaban “el del pelo incaó”, aunque parece que el término técnico es “microinjerto capilar”. Sí, y esto me traslada en el tiempo hasta unas tardes en Cuenca, en las que una amiga y yo, para paliar el aburrimiento, hacíamos el tour de los “calvos-no-asumidos”. Esto consistía en ir a la farmacia a comprar una juanolas y ver al del pelo incaó, que llevaba el pelo como si fuera una muñeca de famosa: con grandes extensiones de cabeza entre pelo y pelo. Después íbamos a la óptica Notario, a ver al dueño que era calvo y para disimularlo se pintaba la cabeza de negro, dejando un pico sobre la frente, como si fuera el conde drácula engominaó, y por encima de la pintura se le veía la pelusilla que le quedaba, (vamos, que estaba arrebatador). Aquí no comprábamos nada, sólo preguntábamos tonterías. El reto consistía en no reírse, delante de ellos claro, porque cuando salíamos nos desojonábamos. ¿Que porqué hacíamos esta gilipollez? Pues básicamente porque somos malas personas y además estábamos aburridas. Dejamos de hacerlo cuando empezaron a mirarnos mal, porque no siempre lográbamos el objetivo de no reírnos. Pero bueno, esos son tiempos pasados, ahora somos personas adultas y ya no haríamos esas cosas nunca, (¿verdad Gema?).

El caso es que siempre me ha fascinado el mundo de los “calvos-no-asumidos”, que son esa gente que antes de reconocer que son calvos son capaces de hacer los malabarismos más increíbles. Voy a intentar hacer una clasificación, según los estilos, (dejando aparte los microinjertos y el estilo pictórico inclasificable del Notario):

1.- Estilo Cortinilla: Estos calvos se caracterizan por tener una frente excesivamente amplia, que tratan de disimular dejando crecer mucho el pelo de encima de una oreja, para luego hacerse una raya baja y lanzar todo el pelo sobre la frente amplia hasta tocar la otra oreja. Una variante de este estilo es el de "Cortinilla con flequillo". El principal peligro de esta técnica son las ráfagas de viento no previstas.
2.- Estilo Ensaimada: Este estilo requiere una técnica muy complicada, para aplicarlo con éxito hay que haber estudiando Ingeniería de puertos y canales, como poco. Sus usuarios utilizan sus amplios conocimientos para lograr enroscar la larga melena que les crece desde la nuca por el resto de la cabeza. Tiene dos peligros: el viento y los monstruos come-ensaimadas, que se lanzan voraces sobre los pobres calvos ingenieros.
3.- Estilo Peluquín: Esto es un clásico, el problema es la poca variedad, pues sólo los hay de dos colores: El negro azabache profundo y el color rata de alcantarilla pelirroja. Ambos quedan poco naturales, aunque, curiosamente, sus dueños no son conscientes. Los peligros son: el viento, los movimientos bruscos de cabeza y los cabrones insensibles que se dedican a destapar evidencias.
4.- Estilo Prótesis Gorril: Esta es una variante del peluquín, en la que los individuos calvos, se ponen una gorra que no se quitan jamás, (a veces está implantada); dejando ver por sus lados una lustrosa melena. Esta es una técnica muy hábil, aunque cuando pasan los años y la gorra sigue en el mismo sitio, la gente empieza a sospechar. Si la gorra no está implantada los peligros son los mismos que los del peluquín.
5.- Estilo Modernete: Este estilo es el más actual, consiste en cortarse el pelo bastante corto y peinarse hacia delante, cubriendo así la frente amplia. Pero cuando la frente se amplía demasiado, ya no funciona. Su principal peligro es esa gente a la que le gusta despeinar a los demás para saludarlos.

Lo más sorprendente de todo, es que todos ellos están convencidos de que NO SE NOTA, Pues claro que se nota, y mucho! ¿Es que no tienen familia que lo diga?

Calvos del mundo, asumid vuestra calvicie con dignidad y rapaos el pelo, por favor!

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Todo esto me ha recordado a un capítulo de la serie Seinfield, donde George, el amigo calvo, se pone un peluquín y le consiguen una cita con una mujer fantástica, que resulta ser calva. Entonces él pasa de ella, porque ¿dónde va él con una mujer calva?
Adjunto link de un fragmento del episodio:
http://es.youtube.com/watch?v=3MBk9kbZ3O0

2 comentarios:

Hel dijo...

Y eso nos lleva a una de las grandes preguntas de la infancia ¿Llevaba doña Mercedes peluquín, o era una leyenda urbana?

anticolometa dijo...

Llevaba, llevaba. El el Aliot era calvo-no-asumido estilo cortilla clásica.